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    “Un adicto es un esclavo que no habla”

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    Gastón Pauls, nacido el 17 de enero de 1972 en Buenos Aires, Argentina, es un reconocido actor, conductor y productor argentino. Comenzó su carrera artística en la década de 1990 y desde entonces ha dejado una marca significativa en la industria del entretenimiento.

    Pauls saltó a la fama con su papel protagónico en la exitosa película “Nueve reinas” (2000), dirigida por Fabián Bielinsky. Su actuación le valió reconocimiento y elogios, estableciéndolo como uno de los talentos más destacados del cine argentino. Algunas de sus películas más destacadas incluyen “El secreto de sus ojos” (2009) y “Un cuento chino” (2011).

    Fuera del mundo del entretenimiento, Pauls también ha estado involucrado en iniciativas sociales y humanitarias. Su compromiso con causas benéficas y su participación en proyectos solidarios reflejan su deseo de contribuir al bienestar de la sociedad. Aquí ofrece ante nosotros su testimonio de recuperación de conductas autodestructivas. Obsesivas y compulsivas. Su mensaje de fortaleza y esperanza.

    Yo venía de tomar alcohol en la casa de un amigo. No sé, cuatro botellas de gin entre varios. Después fumamos porro y nos fuimos al boliche, que era un boliche en Belgrano, Rainbow se llamaba. A unos metros de donde yo estaba bailando, había un tipo en la puerta metiéndose algo en la nariz. Y me acerqué y le pregunté qué era. Era un amigo mío, supuestamente. Yo tenía 17 y él tenía 27. “Vas a ser Superman”, me dijo. Y me ofreció. “Sí, obvio”, le dije. ¿Quién no quiere ser Superman, sobre todo a los 17? Y me dio, y me acuerdo lo que me pasó cuando me metí esa sustancia en el año 89″, dijo Gastón Pauls.

    Luego, esto le produjo “la gloria. Salí del baño levitando. Sentía que tenía la capa de Superman y la S en el pecho. Es real. Ahí está el engaño. Si fuese una mierda desde el comienzo, y… no la consume nadie, o la prueba una vez y no consume más. El tema es que, de ser Superman, de estar como a diez metros de distancia de los mortales, ese estado te dura lo que te dura la dosis. Se te va y cuando se te va, caés. Cuando estás en el piso decís: “No, yo quiero volver a ser Superman”. Y tenés que ir a comprar más porque el segundo ya no te lo regalan. La segunda (dosis) la tuve que comprar”, aclaró Gastón para prevenir a quien necesite ayuda.

    Tocó fondo cuando con esa conducta pasó “varios días sin dormir, con una sustancia adentro de tu cuerpo que no está pensada en una quinta orgánica, ni contiene ingredientes para el bien y está hecha para venderse rápido. Si hay que ponerle vidrio molido se le pondrá vidrio molido, y si hay que ponerle veneno para ratas se le pondrá veneno para ratas. Uno no sabe qué se incorpora. Era el infierno. El infierno, para mí, es un lugar inhóspito. No hay fuego. El infierno es hielo, es frío, es no abrazo, no compañía, no tenés mirada de ninguna otra persona que te contenga, ni con la mirada o con un gesto. Estás solo, sufriendo, congelado y con voces e imágenes que se te cruzan por ahí. Descubrí, estando ahí, que hay energías muy potentes dando vueltas, muy oscuras”, dijo Gastón Pauls.

    Después de cuatro noches sin dormir y de ver que de verdad venía la muerte. Y ni siquiera es una muerte plácida. No es que es una muerte heroica, o pacífica con los seres queridos al lado. Es una muerte decadente, tercermundista berreta, arrastrándote por el piso. Y decís: “No, pido ayuda”. Le pedí ayuda a Dios primero, y después pude pedírselo a mi pareja de ese momento. Y no fue fácil, pero fue mucho menos difícil de lo que yo creía. Lo difícil era mi cabeza, que todo el tiempo me decía: “No lo vas a lograr”. Eso es la enfermedad. Lo más difícil era cómo aquietar ese pensamiento” así logró pedir ayuda para superar y abordar en comunidad el problema.

    “Ese pensamiento en realidad se va yendo cuando uno empieza a caminar. Empezás a disfrutar del sol, de una charla con amigos, de un abrazo y decís: “Ah, yo me estaba perdiendo esto”. El símbolo más concreto es que, cuando llevaba tres meses limpio, un día estaba esperando un ascensor y me miré a un espejo que había en el hall. Me vi y pensé: “Claro, este era yo”. Hacía años que no me veía de verdad a los ojos

    “Yo descubrí qué era la adicción, paradójicamente, cuando empecé mi recuperación. Hoy, después de muchos años de estar en recuperación, limpio, voy a las dos acepciones más conocidas de la palabra que, para mí, son absolutamente claras. Son lo no dicho, lo que no se dice, lo que no se puede decir, lo que no se sabe cómo decir, y la otra que tiene que ver con adictus, que son los esclavos en Roma. Del otro lado de la libertad y del otro lado de poder comunicar. Absolutamente. Un adicto es un esclavo que no habla” cerró la entrevista.

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