Por Luis Gotte
El amor y la paz son valores que nuestro pueblo anhela y busca permanentemente. Sin embargo, en el escenario actual de 40 años de gobiernos fallidos, se han dado circunstancias que impiden que puedan manifestarse plenamente. Una de estas situaciones es la explotación, que genera desigualdad, injusticia y violencia.
Ella es una nueva forma de opresión que consiste en aprovecharse del trabajo o de los recursos de otra persona o grupo, sin darle una retribución justa o sin respetar sus derechos. Se puede dar en diferentes ámbitos, como el económico, el político, el social o el cultural. Algunos ejemplos de explotación son el colonialismo, el racismo, el sexismo, el trabajo infantil, la trata de personas, la corrupción, el abuso de poder, las dádivas políticas, etc.
La explotación genera una profunda brecha entre unos y otros, que se traduce en una desigual distribución de la riqueza, el poder, la educación, la salud, la cultura y las oportunidades. Esta desigualdad provoca estratificación social, sufrimiento, resentimiento, odio y violencia, entre los explotados, que compiten por los escasos recursos. Incluso, entre los explotadores, que temen perder sus privilegios.
En este contexto, no puede haber amor, entendido como el sentimiento de afecto, respeto, solidaridad, caridad y compasión hacia los demás. El amor implica reconocer al otro como un ser humano digno, hijo de Dios y hermano en Cristo, con los mismos derechos y necesidades que uno mismo. Implica también compartir, cooperar, dialogar y buscar la Justicia Social. Sin embargo, la explotación impide que se dé esta relación de igualdad y armonía entre los seres humanos, y los reduce a objetos, instrumentos o enemigos.
Tampoco puede haber paz, entendida como la ausencia de violencia y la presencia de justicia. Ella implica que todos podamos vivir con dignidad, libertad, seguridad y felicidad. También, que se resuelvan los conflictos de forma pacífica, mediante el diálogo, la negociación, la mediación y el respeto.
La explotación, que genera un clima de tensión, conflicto y agresión, que amenaza la vida y la convivencia de nuestro pueblo, es el resultado de regímenes ideológicos que no valoran a la persona humana. Tanto el liberalismo como el socialismo se basan en fórmulas matemáticas y medidas de laboratorios, que ignoran la dimensión espiritual del ser humano. Así, estos sistemas producen una situación de desigualdad y opresión, que es ocultada o justificada en nombre de un supuesto bien superior. Estas ideologías, de origen europeo, no tienen en cuenta la dignidad y el sentido de trascendencia de los pueblos.
Podemos afirmar que la explotación es un obstáculo para el amor y la paz, y que, por lo tanto, debemos luchar contra ella. Para ello, es necesario que tomemos conciencia, visibilizando esta situación y, así, solidarizarnos con los explotados, que son nuestros hermanos y hermanas. Debemos exigir a los explotadores que cesen en su actitud y que se sometan a la justicia, que es la única que puede garantizar la igualdad y la fraternidad entre nosotros. Finalmente, es necesario que constituyamos una comunidad organizada más justa, democrática, participativa y solidaria, donde los valores humanistas y cristianos sean los que orienten nuestras acciones y relaciones. Solo así podremos alcanzar el día en que el amor y la paz reinen en nuestro pueblo, que es el sueño del Justicialismo.
Luis Gotte
La pequeña trinchera
Co-autor de “Buenos Ayres Humana, la hora de tu comunidad” Ed Fabro, 2022. Y “Buenos Ayres Humana II, la hora de tus Intendentes” es preparación.
Mar del Plata.