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    Manuel Ugarte y su infatigable presencia

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    Cada irrupción en nuestra Patria, su Madre Patria que dió a luz y vió nacer a la vida un 27 de febrero de 1875 a uno de sus mejores frutos que, naciendo en Flores trascenderá las estrechas fronteras del “porteñismo semi culto” que afecta la moral de la ciudad y del campo, que sigue pidiendo “no ahorrar sangre” de los nuestros, que odia lo criollo y ama lo que cree que debió ser y nunca será, que está presa de las pantallas de celulares, que ya está en crisis, que desde 1950 ni en el tango se habla de porteño y ya es su caricatura, los jóvenes nacidos después de 1990 ni saben que es ser porteño. Pero si sabemos en Don Torcuato que es ser surero y bonaerense, como lo sabía Ugarte, en Flores: un escritor prolífico que, al ser reeditado de nuevo, por nueva vez, su pensamiento contrario a la cómoda vida de las urbes recobra inusitadas fuerzas.

    Con la precocidad de los talentosos, a los catorce años dicen sus biógrafos ya sabía leer y escribir del modo que lo hacen los escritores más notables. Argentina, país que con la excepción de José Hernández y Leopoldo Lugones carece de verdaderos genios en su talento literario según ha dicho Leonardo Castellani (quien gracias a un joven Rodolfo Walsh evitó caer en el olvido, también gracias a Jorge Luis Borges quien ha dicho que el sacerdote era la “mente más brillante”), Ugarte trazó amistad con Rubén Darío. Su maestro.

    El poema de Rubén Darío que más lo conmovio reza estas líneas:

    “Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
    Tened cuidado. ¡Vive la América española!
    Hay mil cachorros sueltos del León Español.
    Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
    el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
    para poder tenernos en vuestras férreas garras.

    Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!”

    Fue esporádica su militancia en el Partido Socialista de donde se retiró marcando una diferencia esencial. La concepción hispanoamericanista que lo diferenciaba de los partidarios de un término utilizado por sujetos ideológicos socialdemócratas con el fin deliberado de darle invisibilidad a la herencia cultural continental en los países de habla hispana.

    Ugarte propuso el socialismo de la patria como modo de adoptar un término que no tenía uso tras la posguerra donde el mundo, ya sin fenómenos europeos egocéntricos xenófobos con injerencia en asuntos públicos, se vió envuelto en lo bipolar: socialismo soviético o individualismo capitalista decimonónico. Ante esos viejos sistemas, fruto de la imaginación social de los filósofos Carlos Marx, David Ricardo, Agusto Comte, Antonio Gramsci y José Stalin, un socialismo nacional no se regía por categorías de aquellos países que eran madres patrias de, por ejemplo, Carlos Marx o el recogido por Deleuze en “El Anti edipo” donde parafrasea a un pensador del siglo XIx cuyas distopías del “anticristo” y “el capital” leídas por los socialistas que los leyeron, unos y otros, estos “padres de la sospecha” según Eliseo Verón, condujeron a una catástrofe en los valores morales, en lo ético y lo estético. En el pudor, el decoro y la moral cristiana. Produciendo heresiarcas accionares al omitir el mandamiento “no matarás” que el Cristo, Jesús, ya obligó a cumplir en el año fundacional de nuestra era. Miles de millones de homicidios por este socialismo “científico” (con criterios dudosos para proclamar eso de las artes especulativas) de un “anticristo” que quería dictadura “del proletariado”: sea por posesión de capital o no, o sea por motivos culturales o de creencias, las distopías marxianas y del filósofo que decía estar “más allá del bien y el mal” (a confesión de parte) fueron un caldo de cultivo de un verdadero escándalo a la hombría de bien de todo hombre y mujer de bien. No habia relación lingüística ni epistémica entre Manuel Ugarte y esta gente porque desde lo continental no existen las formas de pensamiento de esos grupos de pensadores que luego fueron tomados para excluir y destruir. Lo nacional argentino no es un socialismo europeo con sus deformaciones: ni el de un totalitarismo “nacionalista” malthusiano que llevó a la racionalidad europea al paroxismo, xenófobo, brutal y condenable, derrotado con la guerra, y el socialismo soviético que fue otro baño de sangre en el continente de Carlos Marx. Un socialismo nacional, el de Ugarte, vigoroso y en armonía y exaltación de lo múltiple y de lo singular. Lo singular con aporte a lo general. Un prócer de lo hispanoparlante. De la lengua. Castellana. No otra. De las frases castellanas que se decían en los hogares sureros: Del trabajo a casa y de la casa al trabajo. Carlos Astrada se ocupa de estos temas de modo cabal. De igual modo, Rodolfo Kustch. Como Ugarte de lo propio. No de lo impropio. De lo nacional y lo continental unido por lo tradicional, por Cervantes. No de lo que no interesa: lo que está disgregado, “el anticristo”. Las vanguardias de burócratas ovejas genuflexas. A diferencia de esta época, los Norteamericos Ghoildi sabían lo que hacían. Hoy los escritores de la nada (“abuelos de la nada” al decir de Leopoldo Marechal) ni siquiera saben lo que hacen aunque tengan Instagram verificado. Imposible el debate o siquiera nombrar a los escribas en 140 sin carácter que crean deconstrucciones de un poder ajeno al continental, modificadores directos o indirectos de una oración que ni saben cómo analizarla en una clase de Lengua y Literatura o de Instrucción Cívica de primer grado superior, que está amalgamado en el orgullo continental de la unidad sintáctico y gramatical, por sujeto y predicado, de nuestra Patria Grande hermanada en las costumbres y la incorporación de todo lo humano que desee ser parte del mismo suelo del cancionero de la Mercedes Sosa de los cassetes de los temas que importan. De Gardel y Nelly Omar. De lo que las conserva a estas buenas costumbres arraigadas en el sentimiento de los pueblos en su hora. Y donde lo singular suma. Donde no hay, no hubo ni habrá “super heroes” con una capa como el “anticristo” del que teorizan a sueldo, los posmodernos. Donde hay, hubo y habrá pudor. Inherente a lo humano. A la persona humana. Lealtad y honor inherente a la confianza entre personas. Confidencialidad: no el chusmerío de los video clips que invadieron la televisión por cable.

    Ugarte fue Canciller de Juan Domingo Perón. Hasta 1950. Siendo una cabeza de conocimiento cabal, práctico y teórico, para el bien la comunidad toda. Para el nosotros. Para la patria: para la madre patria. Dotando de sentido su función. Por eso desde los grandes espacios nacionales se lo recuerda siempre.

    Se lo olvida cuando se quiere imponer el uso de nuevas palabras: con las que están estamos bien. Se usan menos de 300 en la diaria del 40% de los compatriotas como para utilizar términos desconocidos. Que nadie conocía ni conocerán las mayorías territoriales y continentales.

    Azucena Lizarraga.


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