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    La ciencia comprobó que Perón no fue fascista

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    Un científico social, con metodología científica cualitativa, Ignacio Coplett, Miembro de la Academia Argentina de Historia hizo una columna dónde desmiente aquella correlación, planteada por sectores que abjuran del humanismo cristiano de Juan Domingo Perón con el fascismo de Benito Mussolini. Recreando a Scalabrini Ortíz conviene decir, citó otro científico, Juan José Sebreli que el pensamiento justicialista, tiene la costumbre (para Sebreli mala, para quien escribe es una buena costumbre y una tradición que introdujo Alem junto a Julieta Lanteri y el radicalismo popular) de la no intervención bélica en conflictos que no atañen a la patria solidaria. Al eje de las ciudades del territorio, del continente, de la patria solidaria, la patria grande. La patria Hispanoamericana a la que pertenece, para Manuel Ugarte, el peronismo. Si el conflicto no afecta nuestra vida, por ejemplo, de Buenos Ayres, de los municipios argentinos y, como ejemplo fundante, como dijo San Martín, de un país de inquebrantable lazo de honor y amistad social con nuestra Constitución Nacional como son hermanos peruanos (el país más solidario con la Argentina desde su emancipación), el movimiento nacional justicialista, en beneficio de la comunidad orgánica, no interviene ni se manifiesta públicamente en cuanto Estado en perjuicio de ningún país hermano. Con preferencia clara, mientras debatían San Martín y Bolívar, habían llegado a ese consenso fundante de unidad. Desde la religión, se habla de lo trino. De lo uno y lo trino. De la unidad en la universalidad. No podemos ser ajenos a lo que les ocurre a las personas humanas, decís Aurora Venturini, con quienes nos hermana la historia. León Rozitchner ha dicho que como pensador peronista, que tuvo problemas en los años 60 por adherir, relata su par Jorge Jofré, recibió solidaridad de Caracas donde residió sintiéndose como en su casa. Dice el científico social, histórico mencionado:
    “En la vida de Juan Domingo Perón, la supuesta vinculación con el fascismo, es tal vez uno de los capítulos más trillados. Hay quiénes lo vinculan al golpe de 1930, sosteniendo erróneamente, que tuvo una activa participación con el gral. José F. Uriburu. Esta versión quedó descartada por una carta que Perón le escribió al gral. José M. Sarobe, donde mostró su absoluto rechazo al golpe”.

    Prosigue la nota editada en Noticias: “En 1939, Perón fue incorporado a la “Lista de Oficiales en el Extranjero”. A partir de ese viaje, se dice que se hizo fascista en la Italia de Benito Mussolini. Estuvo adjunto a unidades militares alpinas: Merano, Bolzano, Pinerolo, Chietti, Sestrier y Aosta, donde formó parte del batallón Ducca degli Abruzzi. Precisamente allí se formó, con un entrenamiento para las unidades que avanzan entre glaciares y ascienden por paredes de gran dificultad. Además se consagró como maestro esquiador.

    Es bueno aclarar que los oficiales y suboficiales alpinos no fueron fascistas. Eran, por sobre todo, patriotas. Ninguno de ellos apoyó a Mussolini ni antes ni después del armisticio de 1943, ni menos aún se unieron a los nazis entre 1943/44 cuando invadieron el norte de Italia e hicieron desmanes en ciudades y pueblos ocupados.

    La misión de Perón fue estrictamente militar. Se destacó, y fue reconocido por sus superiores como oficial alpino. En Roma se instaló a fines de mayo de 1940, donde se desempeñó como adjunto del agregado militar, el coronel Virginio Zucal”

    Inquisidor, el historiador se preguntó y respondió desde la ciencia “¿Qué amistades tuvo Perón? La más importante fue la del marques Luigi Incisa di Camerana. También fue amigo de los oficiales Santovito, Zoppi y Mancini. Frecuentó al capellán el P. Gnocci y a Mons. Schuster, arbobispo de Milán, quien durante la 2ª Guerra se convirtió en la tabla de salvación para los perseguidos por el nazismo. En conclusión, todos sus amigos italianos fueron anti fascistas, opositores a Mussolini y a su totalitaria doctrina.

    Es evidente que durante su experiencia en los dos años que pasó en Europa, Perón no se encandiló con las luces de los totalitarismos y autoritarismos en boga. Esto lo pude comprobar con 14 cartas inéditas que Perón envió desde Italia a su cuñada María Tizón y a 2 sobrinas Tizón Echauri. Entre tantos conceptos, llegó a escribir: “Reconozco que me deslumbré con la personalidad de Mussolini, pero tengo la serena tranquilidad de espíritu para sostener que nunca me «enamoré» de él”.

    Algo que Perón sabía, es la excelente relación que tenía Winston Churchill con Mussolini. Precisamente esa admiración del Primer Ministro inglés hacia il Duce, es la razón por la cual se decepcionó de ambos.

    Con respecto a dos supuestos encuentros, me cuesta creer que Mussolini haya recibido a Perón. Para ese entonces, Perón era un “cuatro de copas”. No había motivación suficiente para que un jefe de estado, tuviera un instante para recibir al militar argentino.

    Hay quienes con error consideran al peronismo como una versión criolla del fascismo. Nada más errado. Si algo caracterizó al Peronismo fue su oposición a los fascismos, y su plena adhesión a la Doctrina Social de la Iglesia. En esa línea se sitúan los ensayos de 2 destacados extranjeros: Raanan Rein y Alain Rouquié”

    Ha dicho Rein: “La imagen fascista de Perón tiene sus raíces en el desafío argentino a la hegemonía norteamericana en el continente y en el mantenimiento de la neutralidad, aún después de la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial”.

    Por otro lado, Rouquié afirma, también desde el saber científico que: “Perón cambió la cultura política de un país que era liberal”. Así pues, puso en vereda la demonización que muchos intentan achacarle, cuando lo acusan de populista. Siendo pequeño, Perón había recibido una formación matriarcal fiscalizada por su abuela la vasca Dominga Dutey, que concibió un ser eminentemente sensible, abocado a la incusión de las clases humildes desde niño.

    Dice la nota del medio de Jorge Fonteveccia: “Su postura después de Yalta, lo llevó a gestar con genialidad su “Tercera Posición”, que fue una válida alternativa para situarse entre el capitalismo y el comunismo. Rouquié define al régimen político del peronismo, como una democracia hegemónica: “Es un régimen procedente de elecciones honestas, sin fraude, que desde el Poder Ejecutivo controla al conjunto de las instituciones políticas. Otros han definido este tipo de sistema como populismo, como autocracia competitiva o autoritarismo electoral, entre otros términos, que descarto”.

    Resulta entonces más que evidente, relata el científico social que refutó al “católico liberal” Loris Zanatta, “que Perón nunca fue fascista, ni adhirió, ni adoptó ninguna de sus totalitarias doctrinas” concluyen los que saben.

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