Juan Bautista Alberdi, junto con las generaciones del ’37 y del ’80, se erigieron como fervientes propagadores de las ideas económicas y políticas británicas. Estas corrientes de pensamiento, centradas en el liberalismo, priorizaron los intereses de una élite económica y política, relegando a los trabajadores y empobreciendo a las provincias. El fruto de estas concepciones fue la Constitución de 1853, cuyas medidas, como la libre navegación de los ríos y la eliminación de impuestos a las manufacturas europeas, resultaron en un detrimento para nuestras comunidades, generando hambre y pobreza.
Los intelectuales y académicos de aquellas generaciones mostraban un fuerte desprecio hacia todo lo que representara la hispanidad, considerándola decadente y arcaica. Se admiraban del progreso industrial y mecanicista de Inglaterra y Gringolandia. Despreciaban y rechazaban al pueblo pobre de nuestra tierra, como lo expresó Juan B. Alberti: “Aunque pasen cien años, los rotos, los cholos o los gauchos no se convertirán en obreros ingleses… En vez de dejar esas tierras a los indios salvajes que hoy las poseen, ¿por qué no poblarlas de alemanes, ingleses y suizos? ¿Quién conoce caballero entre nosotros que haga alarde de ser indio neto? ¿Quién casaría a su hermana o a su hija con un infanzón de la Araucanía y no mil veces con un zapatero inglés?”. Sin embargo, ¿cómo esperaban que se educaran y se civilizaran, como sí se hacía en la época Virreynal, si fomentaban las luchas civiles constantes? Estos señores de levita, nos preguntamos, ¿ignoraban que el campesinado o proletariado alemán, suizo, inglés, estaba influido por religiones protestantes y por ideologías revolucionarias?
Dirá Alberdi: “el que no cree en la libertad como fuente de riqueza, ni merece ser libre, ni sabe ser rico. La Constitución que se han dado los pueblos argentinos es un criadero de oro y plata. Cada libertad es una boca mina, cada garantía es un venero. Estas son figuras de retórica para el vulgo, pero es geometría práctica para hombres como Adam Smith…”.
El libre mercado es una teoría económica que propone la libre circulación de bienes y servicios sin intervención del Estado. Sin embargo, ¿qué país en el mundo ha aplicado esta teoría y se ha enriquecido? Estados Unidos, por ejemplo, ha sido proteccionista y no ha permitido que otros países navegaran por sus ríos o compitieran con sus productos. Por el contrario, países como China, la India, Sudáfrica, Egipto, México y Centroamérica han sufrido las consecuencias del libre mercado impuesto por las potencias. En Argentina, ya hemos experimentado el fracaso de este modelo con Mitre, Justo y Menem. Solo el 6% de los argentinos vivía bien, mientras el resto padecía la pobreza, la explotación y la injusticia. El tango, las estéticas del naturalismo y el realismo, las oratorias de Alem y de Lisandro de la Torre, las revueltas del campo como El Grito de Alcorta, la obra de Bialet Massé son testimonios de aquella realidad. Con este gobierno, los pobres sobramos y no van a economizar nuestra sangre, como lo expresara Domingo F. Sarmiento.
El pensamiento de Alberdi y sus seguidores se basaba en la admiración por el progreso industrial y mecanicista de Europa y de los gringos. Ellos creían que la Argentina debía imitar ese modelo para superar el atraso y la anarquía que la aquejaban. Por eso, propusieron medidas que favorecieran la inmigración europea, el libre comercio, la división de poderes, la educación capitalista y la libertad individual. Asimismo, defendieron la hegemonía de Buenos Aires sobre el resto de los “trece ranchos”, el consenso con el Imperio Británico y la exclusión de los trabajadores de la vida política.
Estas ideas fueron asumidas por los gobiernos liberales que se sucedieron desde 1853 hasta 1916, con algunas reformas y modificaciones. Estos gobiernos lograron consolidar la unidad nacional, pero no la paz interna; el crecimiento económico, pero no el desarrollo de las economías regionales; y la modernización de las instituciones, pero no la descentralización del poder y el municipalismo. Además, generaron, directa o indirectamente, una profunda dependencia externa, una desigual distribución de la riqueza, la represión de las protestas sociales y la falta de representación política.
Frente al régimen liberal, surgieron diversos movimientos y temperamentos que demandaron más soberanía, justicia social y democracia. Algunos ejemplos de la resistencia al liberalismo fueron la represión al radicalismo de Alem durante el gobierno de Celman; el intento de asesinato de Lisandro de la Torre en el Senado durante el gobierno de Gral. Justo; y la agresión sexual a Rodríguez Saa por oponerse a la reelección de Carlos Menem. Estos hechos muestran que el régimen siempre se impone con toda su fuerza en defensa de los intereses económicos extranjeros.
La historia argentina se ha caracterizado por una constante lucha entre dos proyectos de país: el liberalismo elitista y el nacionalismo popular. Esta disputa sigue vigente hoy en día, generando debates que expresan la tensión entre estas visiones opuestas.
Luis Gotte
La pequeña trinchera