La provincia de Buenos Ayres, cuna de acontecimientos políticos trascendentales en la historia argentina, se encuentra en un momento crucial donde el ejercicio del poder político parece desviarse de su propósito esencial: servir al pueblo y contribuir al desarrollo integral de la comunidad provincial. Más que ser vehículo de proyectos colectivos, el poder político se ha convertido en un asunto personal para algunos dirigentes y sus seguidores, desplazando las verdaderas necesidades del pueblo bonaerense.
A lo largo de su rica historia, Buenos Ayres ha experimentado tensiones entre el federalismo y el centralismo, la autonomía y la subordinación. El poder político se ha concentrado en pocas manos, alejándose de la diversidad y pluralidad que caracterizan a la provincia. Este fenómeno ha llevado a que los proyectos políticos se conviertan en meras expresiones de intereses personales y de grupo, relegando a un segundo plano las verdaderas necesidades de nuestro pueblo.
En primer lugar, resulta evidente que el poder político ha perdido de vista su función primordial de servir al bien común. Figuras y los frentes políticos se han enfrascado en disputas internas y rivalidades, dejando de lado la importancia de abordar las problemáticas reales que afectan a la provincia. El servicio al pueblo y el impulso de reformas necesarias se ven opacados por la vorágine de intereses particulares y puramente electoralistas.
En segundo lugar, la legislación existente en la provincia se presenta como un obstáculo para su propio desarrollo. Normativas anacrónicas y desactualizadas limitan las posibilidades de crecimiento y actualización. Es imperativo que el poder político asuma la responsabilidad de impulsar reformas legislativas que estén acordes con las demandas y aspiraciones de la comunidad bonaerense, propiciando un marco legal que favorezca el progreso y la equidad.
Por último, la población bonaerense enfrenta el desafío de organizarse y participar activamente en la construcción de propuestas alternativas. La falta de compromiso político y la desorganización comunal han contribuido a consolidar un escenario en el cual las decisiones políticas se toman de manera alejada de las verdaderas necesidades y aspiraciones de la población.
En este contexto, es esencial reflexionar sobre el centralismo del poder político en Buenos Aires. El ejercicio del poder debe ser un medio para alcanzar el bienestar colectivo, no un fin en sí mismo. Se requiere una transformación profunda en la forma en que se concibe y se ejerce el poder en la provincia, reorientándolo hacia un servicio genuino al pueblo y a las necesidades de descentralización de sus municipios.
Es urgente que el poder político recupere su propósito fundamental de ser un instrumento al servicio del pueblo. El desafío está en dejar de lado las proyecciones políticas personales y trabajar de manera conjunta, por fuera de toda ideología europeísta, para constituir una provincia más justa, equitativa y próspera. Solo a través de un compromiso renovado con el bien común se podrá recuperar la fuerza de nuestro pueblo y confianza de éste con la política, sentando las bases para un futuro más promisorio para los bonaerenses.
Luis Gotte
La pequeña trinchera
Mar del Plata
La imagen corresponde a Omar Marcelo Zoncu Dévoli: “Retrato de Argentina”