El 25 de noviembre, por tercer año consecutivo recordamos el día que Diego Armando Maradona a sus 60 años nos dejó. 

Un día en el que realmente se paralizó el mundo, en un mundo ya paralizado por la pandemia. Ese fue el día en el que el Diego pasó a la inmortalidad, al igual que cuando le hizo el gol del siglo y la mano de Dios a los ingleses.

Maradona fue el que rompió las barreras de ese mundo encerrado y que en un sólo día se movilizaran más de 200.000 personas a despedirlo. Diego ese día realizó su última genialidad y rompió las barreras de un mundo que tanto nos divide, para que nos uniéramos a despedir al más grande de todos los tiempos. 

Ese día el de River se abrazó con el de Boca, el argentino con el brasileño y el mundo se fundió en un sólo abrazo. Diego demostró que para siempre sería el ídolo del pueblo argentino: del pobre, del rico, del joven o del viejo.

No sólo por el hecho de ser un genio en la cancha Maradona es el ídolo de todos. A Maradona se lo idolatra por ser un genio, que según sus propias palabras era sólo “un argentino más”.

Un argentino que le dió una alegría a todo su pueblo, ganándole a los ingleses y el Mundial, cuando su país venía de una guerra con éstos y de una dura dictadura.

Maradona es, fue y será por siempre el más grande de todos.