Sui Géneris era lo “swiftie” del momento: dos muchachos sensibles, provenientes de hogares superyoicos, García con formación castrense, ambos recuperados del alcohol, Nito dejó de beber en los dos mil tras tomar “dos litros de vodka por día” (al igual que David Lebon lo hizo público). En José Mercado, a fines de 1981, también se habló de política en Serú Giran al hablar de un economista liberal que “compraba todo importado”.
Charly luego se despidió de la crítica social en los años 90. Se asumió cansado de criticar al sistema. Fue parte porque “ya ganó “. La principal oposición en los 90 no eran políticos. Era un técnico, Rodolfo Terragno y el descontexctualizado Monseñor Antonio Quarraccino (que hizo un chiste, a ojos de hoy, de su generación, es un hombre nacido muy a comienzos del siglo XX que era habitual que se realice aún en el progresismo de Pergolini o del recordado Fernando Peña pero “lo hizo con cara seria” y la ironía que era una denuncia de segregacionismo de un sacerdote piadoso, como cuenta Oscar Hermes Villordo que se sintió acompañado en su fe por Quarracino y amado ante una sociedad que discriminaba por sexualidad, y esa broma fue aprovechada por los medios para neutralizar sus críticas a la economía) fueron los únicos opositores “en serio” que no negociaban voto a voto en las cámaras de diputaciones. En los consejos asesores legislativos de la época.
En esa dirección, el rock, con excepciones de bandas alternativas y con metáforas habló. O Calamaro quien por ser explícito la sociedad lo repudió y se fue a vivir a España. Tomó el acento “gallego”.
Charly cantaba “say no more”. Pero en el 2003 junto a Nito se reencontraron para hacer Botas Locas. Los tiempos difíciles de la democracia o su ausencia han dado los mejores discos. Cuanto peor está la comunidad, cuántos más pobres hay, más duele el mundo.
Más hace falta, para dar legitimidad al sistema, una crítica inofensiva. Con ritmos infantiles decir “yo forme parte de un ejército loco”. Ese mensaje es vigente: Say no more.