Por Luis Gotte*
Hace unos años, una docente del Municipio de San Martín nos refería que, en los primeros años de la presidencia de Néstor Kirchner, veía a sus alumnos con zapatillas nuevas. Antes no era así. Por eso, muchas de nosotras nos hicimos kirchneristas. Después, ya no. Vino lo peor.
Aquél período fue el momento para descentralizar el poder, de fortalecer el Municipio dándoles autonomía plena, crear regiones productivas con una profunda reforma tributaria. Suprimir los 3500 decretos militares que aún siguen teniendo vigencia. Organizar la provincia de los bonaerenses, principalmente el Conurbano.
Hoy, cada vez son más los chicos que, desde edades tempranas, salen a cartonear para poder comer. Por lo general, lo hacen desde horarios muy temprano, junto a sus amigos, hermanos o primos de la misma edad o ya adolescentes. Recorren los barrios en busca de vidrio, hierro, cartón y aluminio, e incluso bronce o cobre, dos materiales mejor pagos por los que los niños pelan cables y muchas veces se queman las manos. Luego, los venden a los “chatarreros”, una de las actividades económicas informales que proliferan en las mismas villas miserias donde viven.
En un reciente artículo publicado por el diario liberal “La Nación” refiere que éste es un fenómeno que comenzó a crecer exponencialmente en los últimos años. Muchos de estos niños y adolescentes se dedican de lleno al cartoneo para obtener algo de dinero y, así, ayudar a su familia, por lo que terminan dejando la escuela. Cuando se les pregunta cómo imaginan su futuro, las respuestas es: “Vivo el día a día”. No creen tener futuro.
Según un informe de UNICEF de 2021, se calcula que para fines de década argentina tendrá 8.500.000 pibes subalimentados, que crecen atravesados por el hambre. Muchos serán víctimas de las nuevas formas de esclavitud, desde la trata de personas, el trabajo forzoso, el narcotráfico, etc.
El cartoneo infantil es una expresión de la pobreza, para muchos políticos ya estructural, que afecta a millones de niños y niñas en nuestro país. Es una violación de sus derechos humanos, de su dignidad y de su potencial. Una infancia desprotegida. Es una situación que nos interpela como comunidad y que nos exige tomar medidas urgentes para revertirla.
No podemos seguir siendo indiferentes ante el sufrimiento de los más vulnerables. Debemos comprometernos a buscar soluciones, presionando al Intendente para que nos escuche, para acepte propuestas de sus vecinos. Para eso debemos organizarnos.
Es necesario constituir un proyecto político que ponga en el centro a la infancia, que garantice su acceso a la educación, la salud, la alimentación, el ocio, la cultura y el amor. Que les brinde oportunidades para desarrollar sus capacidades y sus sueños. Que les ofrezca un futuro digno y esperanzador.
Para ello, es imprescindible fortalecer el rol de los municipios, como espacios de cercanía y participación. Es fundamental impulsar una reforma tributaria que redistribuya la riqueza y combata la desigualdad. Es urgente derogar los 3500 decretos militares que aún tienen vigencia y que limitan nuestra democracia y nuestra soberanía. Es indispensable organizar la provincia de los bonaerenses, especialmente el Conurbano, como una región productiva y solidaria.
Sigamos las ideas federales que nos legó el Gral. Manuel Belgrano, uno de los grandes hombres de la patria e impulsor de la autonomía bonaerense contra el centralismo político. Un hombre que nos inspira a seguir su ejemplo y a no bajar los brazos.
En definitiva, la pobreza infantil no es una fatalidad, no es estructural. Es un desafío que podemos y debemos superar. Depende de nosotros como pueblo. Depende de nuestro compromiso y nuestra acción. Depende de nuestro amor por los pibes y por la patria.
*Escritor y articulista, co-autor de “Buenos Ayres Humana, la hora de tu comunidad” Ed. Fabro, 2022; y de “Buenos Ayres Humana II, la hora de tu Intendente” en preparación.
La pequeña trinchera
Mar del Plata