El autoritarismo es hoy el gran “fantasma” con que la casta política supuestamente democrática asusta ya sea a sus oponentes o al pueblo mismo. Dictaduras que verdaderamente nadie quiere volver a vivir se agitan como contraparte y por lo tanto como justificante de prácticamente cualquier cosa. Lo que no quieren admitir es que prácticamente toda la historia argentina estuvo marcada por el autoritarismo, y, lo que es peor, siempre con el hipócrita ropaje de “liberal”. Los grandes estandartes de la democracia histórica argentina, como Rivadavia, Mitre y Sarmiento, se encuentran a la cabeza del autoritarismo, como demostrará Fermín Chávez en este breve ensayo.
De hecho, este agitar el fantasma de la dictadura ya se vivió en Argentina en la época post-rosista. Siendo Juan Manuel de Rosas el gobernante con mayor apoyo popular, y estando sus opositores siempre de espaldas al sentir del pueblo, lograron sin embargo mantenerse vociferando diatribas contra el “dictador”.
Los orígenes del autoritarismo pueden incluso rastrearse al nacimiento de nuestro país, cuando el despotismo ilustrado fue introducido desde España de la mano de los borbones, también a espaldas de la verdadera tradición hispánica. Encontramos más tarde en el “venerado” Bernardino Rivadavia, primer prócer del lluminismo portuario, a uno de los máximos exponentes del autoritarismo hipócrita. Cuando su estrella se eclipsaba, fruto de su incompetencia, viene Alvear a levantar su bandera, y así sucesivamente durante toda la historia “liberal” de nuestro país, logrando su máxima expresión en el autoritarismo de Sarmiento, pero sin poder dejar de mencionar a figuras como Mitre, Alsina o Roca.
Pero si esta “dictadura liberal” debe ser desenmascarada es por lo que se esconde detrás de ella. En rigor, el régimen autoritario que vivimos constituyó una de las condiciones sine qua non para que el modelo de país que tuvo su despliegue a partir de 1860 pudiera consolidarse. Es decir, para que el proyecto neocolonial y de división internacional del trabajo se lograra, había que neutralizar el principal de los escollos, esto es, la participación popular con su ejercicio práctico de la soberanía. Porque todo modelo colonial presupone la conquista de un aparato aliado de poder, sin limitaciones que provengan de las mayorías populares.
Es necesario buscar entonces el verdadero origen del autoritarismo en Argentina y comprender sus mecanismos para no quedar expuestos a seguir viviéndole mientras se señala que es algo exclusivo de un determinado periodo “por suerte superado”.
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