Estamos a la puerta de ingreso de una nueva Guerra Fría, donde las batallas no solo serán físicas, con pérdidas de vida y destrucción, también las habrá por la mente humana, por la historia y la cultura de los pueblos, es la BATALLA CULTURAL donde, de un lado estará nuestra cultura nacional, nuestra identidad y sentido de pertenencia, pensadores y predicadores de nuestras costumbres y tradiciones, de nuestra historia hispanista y federal y, del otro lado, una nueva clase de burócratas radicalmente progresistas, como de intelectuales, académicos y comunicadores globalistas. La nueva grieta será entre pueblo viejo y pueblo nuevo.
Con el pueblo viejo, los debates de ideas y proyecos de una Argentina posible se daban entre peronistas y radicales e implicaba el reconocimiento del otro como un adversario político, al que se respetaba y con el que se podía dialogar y consensuar. Hoy, con el pueblo nuevo, los términos de las discusiones han cambiado, se pelea por la subordinación cultural de nuestros valores, creencias y prácticas, hacia otros que nada tiene que ver con las mayorías. Se polariza a la comunidad, a través de una estrategia de manipulación y la desestabilización como última etapa, es la GUERRA SIMBÓLICA, el desconocimiento del otro, convirtiéndolo en un enemigo al que se debe eliminar, desprestigiar o silenciar.
Esta guerra simbólica se basa en el uso de los medios de comunicación, las redes sociales y las operaciones judiciales para generar una matriz de opinión pública adversa, creando un clima de violencia e inseguridad que justifique la caída de los otros que representan lo antiguo. La patria vieja.
Tiene su origen en las teorías geopolíticas del imperialismo estadounidense, en la pretensión de subordinar a aquellos países, controlando sus recursos naturales, los mercados y sus mentes. Estas teorías se están aplicando especialmente en Argentina, la puerta de entrada a Sudamérica, que posee una gran riqueza territorial, energética y alimentaria, y que ha sido históricamente un bastión del humanismo y del cristianismo en América Hispana.
Se busca fragmentar y debilitar a las mayorías, promoviendo el individualismo, el consumismo, el relativismo moral y el multiculturalismo, atentando, así, contra la unidad de concepción, la identidad nacional, la cultura popular y la soberanía política.
Esta nueva estrategia se contrapone a los valores del Justicialismo, que es una doctrina política que busca la unidad nacional, la justicia social y la liberación nacional. Que siempre ha enfrentado, al igual que el radicalismo de Alem, al colonialismo.
Para resistir esta nueva fase de “guerra simbólica”, es necesario reafirmar estas dos doctrinas movimientistas, RADICALISMO Y PERONISMO, como opción política auténtica y genuina para el pueblo argentino. Es necesario reconstituir el tejido social e institucional que ha sido dañado por las políticas liberales y progresistas. Recuperar los valores de lo nacional, de lo popular y del cristianismo, que han forjado la identidad nacional. Solo así se podremos lograr una verdadera emancipación, ser dueños de nuestros recursos y de nuestro destino.
Leandro Alem y Juan Perón, fueron dos políticos nacionales que fundaron dos corrientes de pensamiento antiimperialista: la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista. Sus concepciones sobre la América Hispana, el Federalismo y la Autonomía Municipal reflejan un mismo proyecto de nación. Donde uno y otro representan a los sectores más vulnerables de nuestra comunidad, la “chusma radical” y “el cabecita negra peronista”, los que pelean para transformar a una Argentina de pocos en una nación para todos.
Estas dos doctrinas de pensamiento y acción pertenecen al ideario artiguista de la Patria Grande, una visión de solidaridad y cooperación para enfrentar los desafíos comunes y resistir la influencia de las potencias colonialistas. Tanto el radicalismo como el peronismo, antes de ser atravesados por el liberalismo y el progresismo socialdemócrata, han sido fuertes defensores del federalismo, como de la autonomía de los municipios, promoviendo políticas de descentralización administrativa que permitieran una mayor participación local en la toma de decisiones.
Para ganar esta guerra cultural y simbólica, el radicalismo y el peronismo deberán, primero, resurgir como el Ave Fénix. Segundo, unirse en una alianza estratégica para la defensa de los intereses del pueblo argentino frente a los embates del colonialismo, donde la unidad regional, el federalismo y el municipalismo, como antaño, sean los temas que los acerquen, concebir una epopeya que rescate las mejores tradiciones de ambos movimientos, que se nutra de las experiencias y las demandas de las mayorías, que se articule con las luchas sociales y políticas de América Hispana, y se proyecte hacia un futuro de emancipación y unidad regional. Generando espacios de formación, debate y acción colectiva que fortalezcan la conciencia desde el disenso y la participación. Será así como resistiremos a las operaciones mediáticas, judiciales y económicas que busquen desestabilizarnos. Solo así ganaremos la batalla de las ideas y los corazones. Y, de esta forma, cerraremos esta grieta de pueblo viejo y pueblo nuevo, porque somos un solo pueblo, el argentino.
Luis Gotte
La pequeña trinchera
Mar del Plata